Nuestro Mundo

Un enorme anillo de fuego se formó en el cielo... Era tan ardiente, tan brillante, que parecía que sería capaz de quemar el mismísimo firmamento.

Y su magia... Actuó tan rápido... Esas gentes se volvieron más grandes, más fuertes, más voraces... Sentían como sus colmillos crecían, como sus corazones latían con bravura y como el valor recorría cada una de sus venas...

Era increíble, pero era cierto, había funcionado, lo habían conseguido, y no podían estar más contentos, más agradecidos... Hasta que llegó el día, y con él, el Sol.

Sus primeros rayos hicieron sonar los primeros gritos... Piel que se quemaba, piel que se llenaba de llagas, de heridas... Sufrieron tanto...El valle fue invadido por el dolor, el llanto, y nadie pudo hacer nada para evitarlo.

Muchos no pudieron protegerse y murieron ese primer amanecer, y los que sobrevivieron, no hicieron tardar las represalias. Su rabia, mayor que cualquier dolor causado por cualquier herida, les hizo buscar a un culpable, y solo había uno posible: el humano al que habían creído y seguido con fe ciega, el humano por el que habían luchado y con el que estaban tan agradecidos horas atrás... Su propio rey.

Pero él ya no era un rey, y tampoco era un humano.

Al igual que todos ellos, él también había gozado de todo ese poder en la noche, y sufrido el Sol por la mañana. Herido, y sabiendo que su propia gente no le perdonaría, huyó como pudo del valle, con su libro, con la esperanza de encontrar la solución para el problema que él mismo había causado. Desapareció, y no se volvió a ver nunca más...

Con el tiempo y el paso de generaciones, se dieron cuenta de que las cicatrices y aquella maldición se iban heredando, consecutivamente, de padres a hijas, de madres a hijos, cada antigua y nueva marca quedarían señaladas en la piel de su descendencia, y así su imagen se iría corrompiendo de generación en generación.

No les quisieron ayudar antes, no fue diferente con su nuevo aspecto. Era tan impactante verlos... Parecían peligrosos aun estando magullados. Fueron rápidamente rechazados, se les trató como apestados, y se les tomó como recordatorio del miedo y las pesadillas de la noche.

Se les declaró enemigos del pueblo bueno, y se buscó un nuevo nombre para ellos, acorde con su nuevo aspecto, uno que causara preocupación en los adultos cuando fuera escuchado, y terror en los cuentos de los niños... Se les empezó a llamar "orcos".

Y los orcos, que ya no tenían a nadie que los liderara ni recordara quien eran, simplemente aceptaron su nueva realidad, y tomaron ese nuevo nombre como nueva identidad.

Ya no eran personas, ahora eran orcos, era lo eran, y como solo se tenían a ellos mismos, no necesitaban tenerle lealtad, piedad, ni misericordia a nadie más...